Decidieron entonces, rendirle tributo, hacerle homenaje... primero con su propio llanto, luego con las palabras y por último con la mas cañi de las guitarras y con su danza sentida y sincera.
Despues empezaron a aparecer musas glorificables y perfectas, arracando suspiros puros y honestos a todos aquellos que habían sido tocados por el duende.
Pero el verdadero duende no estaba en el tributo, estaba en las escondidas mentes de quienes con pasos callados disfrutaban de cualquier creación, que ante la imposibilidad de alcanzarla, se sentaron a apreciarlo, y asi fue como lo alcanzaron.....rozaron el cielo con las puntas de sus dedos, y cada vez que lo rozaban el cielo dejaba caer una nueva lagrima: triste, dulce y sublime; y esa lagrima era recibida por un mortal que mojandose de amor y pasión, comenzaba a sentir maravillas y a maravillosamente sentir, y asi sobrevivio..exprimiendo tranquilamente al cielo.
Esas gotas fueron tocando almas que a su vez se encargaban de exprimir otra lagrima con su vida, muerte honesta y llena, que daba vida a través del encanto del arte, y no respetó razas, ni sangres, ni sitios, ni edades. El mismo duende escogía a sus hijos, y los cuidaba y acariciaba mientras sus venas se hinchaban de arte, y asi trascendió......
y asi dos gotas gemelas nos tocaron, y sea pues nuestro destino hacer llorar al cielo con la complicidad de la emoción y la alegría y con ese sentimiento tan divino que nos llena de amor hasta el tope y nos contagia del llanto de los dioses que envidiosos nos contemplan, que si bien eternos no somos, ellos al no ser mortales, ignoran que no hay cosa mas divina que un par de simples mortales siendo tocados por el duende al mismo tiempo.
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